Ensaladilla rusa en panecillo

Hoy compartimos un clásico actualizado con una presentación sorprendente, obra de nuestra buena amiga y colaboradora Mónica López del blog de cocina Recetas de Mon. No hace falta decir que os recomendamos una visita a su estupendo blog.



Receta original

Cuando era pequeña, en verano aprovechábamos los domingos por la mañana para ir a la playa en familia. Durante la semana mis padres trabajaban, así que el sábado por la mañana era el momento de ir a la compra y nos quedaba el domingo para poder remojar los pinreles en el agua de la Barceloneta.

Aquello era toda una odisea. El primer paso era llevar todo con nosotros: que si las niñas, la nevera con agua, fruta (mi madre siempre lleva fruta por si tiene sed), los bocadillos de las niñas para desayunar (porque nos íbamos al alba para encontrar aparcamiento), los juguetes, las colchonetas, .... La Presley no debe ir a la playa porque me hubiera gustado verla de esta guisa.... Creo que cualquiera perdería el glamour.


Lo de las colchonetas a las dos visitas nos dimos cuenta que no eran prácticas porque:
1. Las pinchábamos con una facilidad asombrosa. No ganábamos para parches.
2. O poníamos la colchoneta o la toalla.
3. El paseo con la colchoneta hasta el agua con tu madre diciéndote con esa voz bajita pero fuerte a la vez que solo las madres pueden hacer: "cuidado con la gente", era suficiente para quitarte las ganas de volver a llevarla.



No entiendo cómo podíamos repetir la experiencia durante varios domingos en verano. Encontrar aparcamiento era toda una odisea, más aún si querías no encontrarte un papel amarillo en el parabrisas a la vuelta y encontrar sitio para plantar el pompis... Era como si te tocara la lotería. Mira que íbamos pronto, pues nada, o la gente se levantaba a las 5 am para colocar el pandero o no lo entiendo. Si no querías acabar en la última fila, donde podías encontrar un sitio más o menos amplio pero sufrías quemaduras de tercer grado al caminar hacia el agua, acababas en la linea 0, no primera linea, no. La linea 0.

 Esa en la que cualquier olita un poco más fuerte acababa mojando la toalla, la nevera y la fruta de mi madre. Lo bueno, es que la colchoneta ya iba sola al agua. Y con el lugar privilegiado también iban incluidas las pelotas de los que está jugando a palas, las de los que juegan a voley y la arena de los castillos. Pero no sufrías quemaduras, no. Y si tiraban pelota de Nivea, pues ya estabas más cerca....



Todo este rollo, viene porque lo mejor, era volver a casa y encontrarte una fantástica ensaladilla rusa, fresquita y esperando en la nevera a ser devorada. Me encantaba. Y ahora que he vuelto a mojar los pinreles en la playa de Barcelona, he vuelto a esperar salivando llegar a casa y encontrarme la ensaladilla rusa que hice el día anterior.

Y además, ahora ya que soy algo más mayor (sólo un poquirritín más), si lo acompañas con un vinito de aguja como este Abadia Mediterránea, de las bodegas Maset, ya es lo más. En verano me encanta tomar vino de aguja. Es refrescante, te quita la sed y tiene el toque de la burbuja que si es suave, como éste, me sienta de maravilla. La verdad es que los vinos rosados y más de aguja no gozan de muy buena fama entre los enólogos, pero chicos, a mi es que me encanta y sinceramente creo que en los últimos años se están logrando grandes rosados.

Éste, en particular es un vino con una burbuja suave, fresco, afrutado y con un punto ácido. Fantástico. Ideal para una cena o almuerzo informal y veraniego.




Vino de Aguja rosado Abadía Mediterrania Maset del Lleó. La chispa de la vida. Degustar este vino rosado de aguja es toda una delicia. A través de las finas burbujas, adquiridas de forma natural, apreciamos suavidad, frescura y afrutados de unas variedades ricas en cualidades.

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